La búsqueda de la belleza perfecta ha sido un tema recurrente a lo largo de la historia. Los secretos de belleza atesorados por Cleopatra en el antiguo Egipto, el canon de belleza griego, basado en las matemáticas, o el ideal de belleza Barroco, tan alejado del actual y plasmado con maestría por Rubens en «Las 3 Gracias» són tres magníficos ejemplos de ello.
Vivimos en una sociedad que nos bombardea constantemente con estereotipos de belleza, de obligado cumplimiento, para conseguir este ansiado hito inherente al ser humano des del más ancestral de nuestros días. Así pues con innumerables ojos, físicos y virtuales, puestos en nuestra apariencia, se nos antoja incluso más complicado que en la antigua Grecia conseguir tan ansiada virtud.

En esta incesante búsqueda se nos ha olvidado quizá que la belleza no está tan alejada como creemos. Nosotras tenemos clara una cuestión, nuestra belleza está en nuestra propia psicología. Cuanto más nos queremos a nosotros mismos más cantidades de belleza somos capaces de irradiar hacia los demás. Y es en este sentido donde hemos dirigido toda nuestra filosofía de trabajo. Afortunadamente, tenemos en nuestras manos las herramientas necesarias para que nuestros clientes se sientan bien consigo mismos: no sólo aplicamos cosméticos, depilamos o realizamos manicuras, sino que también proporcionamos un entorno perfecto, dónde la relajación da paso a una experiencia que nos sirve para afrontar, con otras fuerzas, nuestro día a día y así, queriéndonos más, irradiar belleza y felicidad.